Tengo que admitir lo que me empeño en negar, lo quiero. Sí, y no quiero que sea así. No quiero verlo y sentir que me sonrojo, si no verlo y darme cuenta que no me importa en absoluto, que por mucho que me diga no va a cambiar nada.
Pero no, eso no ocurre, por más que me empeñe. Y al paso que voy, no va a cambiar. Por más que lo evito, siempre aparece por algún sitio inesperado.
Él es el causante de mis cambios de humor y ánimo, de que cuando tenga que llorar sonría. No sé cómo, pero hace que todo parezca fácil, pero luego abro los ojos y me doy cuenta de que no, de que la vida no es como él la pinta, si no como yo presentía.
Ríe y al minuto llora. Ama y al segundo odia. Es así, no lo puede evitar. Como yo no puedo evitar sonreír cuando lo veo.
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